Las Mentiras de las Disqueras
La industria musical le ha mentido durante años a la sociedad, al proclamar con cierta paranoia la idea de que fenómenos como la piratería o las descargas ilegales perjudican principalmente al artista. Todo es un falso altruismo, ya que ésta es una de las verdades a medias más difundidas en las ultimas tres décadas pues, en términos generales, el artista no ha sido ni su principal preocupación, ni el mas beneficiado dentro del negocio mismo.
De hecho, en la escala de porcentajes de ganancias, los músicos, intérpretes y compositores (irónica y cínicamente) están de últimos en este escalafón, y muy al contrario de lo que parece, son los que menos reciben ganancias en proporción a su inversión creación, interpretación, desarrollo y concepto, en esencia toda la materia prima del negocio.
Más después del salto…Basta con echar una mirada a los valores porcentuales en la repartición de las ganancias por la venta de discos. Vale aclarar que los números suben o bajan dependiendo del nivel del artista, la negociación, la disquera y hasta la región donde es concibe el contrato.
En un país como Colombia, el mayor porcentaje inversión-rentabilidad se lo lleva la tienda musical quien “arriesga su dinero” al comprarle al distribuidor una cantidad especifica de unidades y se queda con entre el 30 o 40 por ciento del precio final.
Los distribuidores (cuando no hace este papel la misma disquera) sacan de la disquera el material hacia la tienda musical y reciben entre el 15% y el 20% del valor total.
La disquera, que hasta mediados de los años 90 por lo menos invertía grabando, produciendo, prensando y promocionando al artista (actualmente se limitan a prensar, distribuir y en algunos casos promocionar) obtiene entre el 30 y 50 por ciento. Solo el restante que queda de este proceso queda en manos del artista, usualmente entre el 0.8 y el cinco por ciento del precio que paga el consumidor final.
Es obvio que no estamos hablando de casos como Madonna, U2, Shakira, Green Day, Beyonce y ese grupo selecto de exponentes con ventas excepcionales, pero en términos devastadoramente generales, el artista esta siempre en la cola del negocio, y su verdadera ganancia, aparte de las regalías por autoría, consiste realmente en “existir” en un mercado, tener una carta de presentación, y un soporte de un sello que lo respalda.
Una vez existe en el mercado y logra acceder a medios de comunicación que sin la disquera nunca hubiera soñado, puede conseguir presentaciones en vivo, donde finalmente está la real ganancia para el artista.
Es por esto último que las casas discográficas, en su intento por lucrarse, ahora usan descaradamente los contratos llamados “360” pues cubren todos los aspectos que puedan generar dinero en el negocio, como lo son presentaciones, derechos de autor, venta de discos, descargas digitales, inclusiones en bandas sonoras y cualquier aprovechamiento comercial no solo de la obra sino también del talento.
Entre las mentiras que la industria usó para “combatir la piratería”, recordamos la idea bastante difundida de que los CD piratas dañaban los reproductores… jeje (ahora nos podemos reír pero hasta solo unos años atrás este mito creó paranoia en muchos usuarios).
También nos dijeron que los músicos, arreglistas, intérpretes, compositores y demás artistas, se iban a morir de hambre, al quedarse sin empleo por culpa de las descargas ilegales o la compra de Cds piratas, cuando realmente estos vivían casi de “las migajas de la torta”, y eran otros los que efectivamente dejaban de percibir millones por este fenómeno.
Recordemos que el formato de CD fue impuesto por los mismos dueños de las grandes disqueras, con el argumento de una mayor calidad y mejor capacidad, pero abruptamente nos obligaron a desechar los vinilos y cintas, y nos toco volver a adquirir música que ya teníamos.
Además, nunca quedo claro el porqué si la producción de CDS era más económica que la de vinilos, el precio subió casi o más del doble. A mediados de los años 90, la comisión europea tenía grandes sospechas de acuerdos ilegales entre las mayores discográficas mundiales para establecer los precios y su monopolización, acabando entre otras, con muchos sellos independientes que no pudieron seguir el ritmo, sin jamás imaginar en qué terminaría toda su maniobra, y cómo sería usada la tecnología del CD y la música digital en el futuro.
Es indudable que los grandes tirajes de artistas vendedores han ido descendiendo en forma violenta y acelerada, y el CD se ha convertido casi en un objeto en vía de extinción, pero yo me pregunto si realmente la sociedad prefiere reconocer a 50 0 60 artistas multinacionales empujados por toda la agonizante maquinaria del negocio del entretenimiento, o se quedaría con la opción de tener miles de alternativas para escoger entre las propuestas existentes, con diferentes estilos y perfiles que se puede uno encontrar en el panorama nacional y mundial, donde el único que impondría su criterio sea el mismo público, y no lo que decida un grupo cerrado de ejecutivos en una empresa.
El mundo se mueve muy rápido y la poca preparación y adaptación de los responsables de esta industria musical los ha dejado sumidos en su propia tragedia, pero ahora mas que nunca los verdaderos artistas tendrán posibilidades de exponer sus creaciones utilizando los medios alternativos que cada vez toman más fuerza.
Seremos capaces de decidir qué queremos oír, comprar y pagar por ver, y al hacerlo sabremos que realmente los músicos van a ser recompensados por su oficio, y no alimentando una sarta de rémoras y parásitos de la industria que nos han querido convencer de que todo lo que está pasando es “ el fin del artista”, cuando lo que está por acabar es otra cosa.
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